Hola, soy Pepito Viaja, Genio Viajero de Viajar Con Promociones, y esta vez quiero contarles mi experiencia en una de las expediciones con más contrastes que puedas encontrar en Colombia. Debo confesar que puedes visitar algunos de estos sitios por tu cuenta, pero si no cuentas con un guía de la región, no podrás avanzar mucho y seguramente te perderás, pues las rutas son indefinidas y solo ellos conocen los caminos y las paradas. Así que no está de más recomendarte realizar esta expedición con agencias especializadas o estando en Riohacha, la capital de La Guajira, contrates los servicios de un guía con vehículo… ¡y no cualquier vehículo puede cruzar la aridez del desierto! sólo camperos y camionetas grandes resisten la inclemencia del terreno, dunas, arenales, piedras y nopales hacen parte del terraplén.
Habiendo dejado atrás Riohacha, el recorrido comienza en en el espectacular hotel Wayira, antes de las playas de Mayapo, del cual dedicaremos un post exclusivo para conocer sus increíbles instalaciones y servicios. Una hora nos separa de Uribia, la capital indígena de Colombia, donde se encuentra el mayor asentamiento wayúu y allí te debes provisionar para el resto del viaje. Yo estuve recorriendo la Alta Guajira por 4 días y compré suficiente agua para la travesía. También compré muchísimas galletas, después te explico por qué.
Uribia es el municipio que alberga todos los escenarios de la Alta Guajira, pero una vez dejas la parte urbana, recorres la carretera aledaña a la vía del tren de carbón, y cruzas en medio del desierto para visitar nuestro primer destino: Las Salinas de Manaure. Un pueblo caluroso pero con viento fuerte y seco que ayuda a deshumidificar las pilas de sal que se producen en las albercas de agua marina que recogen los lugareños y las cuales son vendidas para su tratamiento y purificación. Aunque se cree que hoy en día el negocio ha decaído debido a la poca producción e infraestructura para conseguir la sal.
Cruzar el desierto de Carrizal es una experiencia súper bacana, una carretera imaginaria de 20 kilómetros de largo por 3 kilómetros de ancho elevan tu imaginación a películas como la Guerra de las Galaxias. Luego, rancherías de familias en medio de cactus y nopales aprovechan sus territorios para cobrar “peajes”. Esa es la razón de las galletas: un buen hombre me dijo que las cosas más sencillas hacen a las personas más felices, y vaya sorpresa que quienes vigilan estos peajes son los niños, por lo que las galletas son para ellos. Eso sí, son muchos “peajes”.
Llegamos a nuestra primera parada: El Cabo de la Vela. Un conjunto de bahías donde se ubican hostales, restaurantes, se practica kite surfing, se puede contemplar el faro del Cabo, cuyos atardeceres son solemnes y también puedes bañarte en playas como el Pilón de Azúcar.
La Península de La Guajira posee un clima seco y árido, y la mayoría de su territorio es desierto, pero en medio de ella se levanta una formación montañosa tropical, con riachuelos y fuentes de agua permanente que la convierten en un oasis en medio de la aridez: El Parque Nacional Natural Macuira. Esta formación atrapa los vientos alisios que provienen del noroeste y en sus cumbres más altas, de unos 800 metros, se forman nubes perennes produciendo precipitaciones, tal como suceden en los bosques de niebla andinos, solo que éstos se dan a más de 3,000 metros sobre el nivel del mar. El PNN Macuira alberga muchísimas especies migratorias que utilizan este oasis para alimentarse y refrescarse. Tuve la oportunidad de realizar una caminata de unas 4 horas donde se aprecian fuentes de agua, fincas de ganado caprino y una duna súper extensa donde se podría practicar sand surfing.
A la mañana siguiente partimos hacia el extremo norte de la península, en uno de los lugares más increíbles de toda la expedición: Las Dunas de Taroa. Una extensión de arena blanca y muy fina que se alza por la costa y cae en una playa turquesa con algas y piedras; un paisaje inolvidable. Crucé el desierto de Bahía Hondita, con algunas ensenadas extremadamente fotogénicas y desde allí tomamos una lancha que nos llevó por la bahía, donde vimos manadas de flamencos rosados y gaviotas, terminando en uno de los atardeceres más espectaculares de mi vida.
Antes de partir de regreso a Riohacha, para finalizar con broche de oro esta travesía, nos dirigimos al punto más septentrional del continente: El Faro de Punta Gallinas. Un lugar reconocido por el famoso faro y una caseta abandonada, en cuya playa los visitantes han dejado piedras como firmas de haber estado allí, contemplando el silencio absoluto, la inclemente brisa, la fuerza de las olas y la satisfacción de haber vivido tantas cosas en tan poco tiempo.
Vive y encuentra tu destino en la Guajira con Viajar Con Promociones ¿Qué esperas? Chatea con nosotros 😉
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